Capítulo 6: A veces silencioso, a veces ruidoso: Mi camino a través del sistema
Desde temprana edad tuve poco interés en las cosas materiales o en buscar ganancias. ¿Regalos de cumpleaños, pequeños obsequios o ropa? ¡No me importaba! Sabía que siempre podía conseguir lo que me hacía feliz y, de todos modos, la mayoría de las veces no era nada material. Esta actitud continuó a lo largo de mi vida y se convirtió en parte integral de mi ética profesional. A menudo renunciaba a mi salario cuando era necesario. ¿A la venta? ¡Nunca! Mi armario se llenaba periódicamente de regalos de socios comerciales.
Quería el anhelo del mañana, no la adicción del hoy.
A menudo me preguntaban por qué era importante para mí la modestia material. Muy sencillo: hoy parece una adicción querer siempre más. Pero no quería sentirme pleno y satisfecho, quería sentir el anhelo del mañana. Este anhelo me dio el impulso para seguir adelante y establecer nuevas metas.
Mi actitud hacia la humildad también ha dado forma a mi ética profesional. Coloqué valores como la honestidad y el beneficio mutuo en el centro de mis acciones. Para mí no se trataba de obtener beneficios rápidos, sino de relaciones sostenibles y la confianza que conllevan.
El valor de cuestionar
A menudo cuestioné cosas, y con razón. ¿Por qué deberías hacer siempre lo que hacen los demás sólo porque así es como siempre se ha hecho? Cada situación mejora cuando la cuestionas. La mayoría de la gente no hace eso, pero esa fue exactamente la oportunidad para mí de encontrar nuevas soluciones.
Desde el principio me di cuenta de que no encajaba en el "sistema" clásico. ¿Di “sí y amén” fiel a la línea? No es lo mío. ¿Aprender cosas de libros que no me interesaban? No hay posibilidad. Por supuesto, esto era un problema en la escuela, pero rápidamente encontré mi propia solución: simplemente calculé lo que necesitaba para la transferencia y dejé el resto. En cambio, sobresalí en las materias que me gustaban y obtuve las mejores calificaciones allí.
Asumir la responsabilidad y seguir mi propio camino.
En la escuela a menudo defendía a los demás. Hablé por mis compañeros de clase cuando tenían problemas y no tuve miedo de enfrentar las consecuencias cuando fue necesario. No se trataba sólo de aprender sobre cosas que no me interesaban, sino también de intervenir y abordar los agravios.
Para ser honesto, para mí nunca fue una cuestión de inteligente o imprudente, sino simplemente una parte de mi carácter. Me comprometí sin pensar mucho en las consecuencias. Pero lo hice y me convirtió en alguien en quien la gente podía confiar. Sin embargo, los profesores y administradores escolares vieron esto de manera menos romántica. Cinco escuelas, dos traslados punitivos y las amonestaciones bianuales lo dicen todo. Sin embargo, mis informes siempre estaban plagados de elogios: no era perfecto, pero sí lo suficientemente bueno para hacer lo mío.
El descubrimiento de mis habilidades únicas.
La perfección nunca fue mi objetivo porque nadie tiene que ser perfecto. Basta con reconocer tus puntos fuertes y utilizarlos. Cada uno tiene sus propias habilidades especiales, y éstas deben ser el foco, no el impulso, para lograr la perfección.
Una lección que aprendí desde el principio: nadie tiene que poder hacerlo todo. Cada uno tiene una habilidad especial que los hace únicos. La clave es descubrir qué es eso. Y una vez que descubres eso, todo lo demás de repente cobra sentido.
La libertad de elección como clave para la autodeterminación
Para mí, la libertad de elección significa que puedo decidir cada día quién quiero ser y dónde quiero estar. Esta libertad me da la oportunidad de moldear mi propio camino y perseguir mis objetivos sin dejarme influenciar por influencias externas.