En 1995 comencé a “jugar y trabajar” en el primer cibercafé de la ciudad. No había mucho que hacer allí, pero tocamos sesiones LAN en el café desde las 3:00 p.m. hasta las 3:00 a.m. Al mismo tiempo, recogíamos a nuestro antojo los vasos de otros invitados, pedíamos bebidas o conseguíamos nuevos invitados para la cafetería de la calle, de amigos o del colegio. A cambio, recibió respeto y reconocimiento, así como una tarifa plana de juego en la cafetería. Pude hacerme un nombre gracias a algunas victorias en torneos LAN y fui cada vez más aceptado dentro de la creciente comunidad tecnológica y techno con la etiqueta de jugador “|SNOX|”.
Rápidamente se desarrollaron amistades, vínculos y un interés común por la entonces nueva tecnología, las computadoras y la era emergente de la música techno. Nuestro círculo interno de la camarilla del cibercafé estaba formado por 30 a 40 personas y era una mezcla diversa: desde adolescentes como yo hasta los propietarios, pasando por punks y hooligans, pasando por hombres de negocios y un puñado de chicas, todos estaban allí.
Asistíamos a fiestas tecno todos los fines de semana organizadas por amigos y a mediados de 1996 comenzamos a organizar nosotros mismos las primeras fiestas tecno en la zona de Magdeburgo. Nuestras primeras instalaciones fueron granjas en desuso de la RDA, como criaderos de cerdos u otras antiguas cooperativas de producción agrícola. Más tarde hubo fiestas de trance en medio del bosque o eventos clandestinos en antiguas fábricas. En aquel entonces había lugares por todas partes: nuestro amigo y ayudante, la policía, hizo necesario este exceso de lugares porque regularmente teníamos visitas por la noche.
Los mayores entre nosotros, que rondaban los 30 años y básicamente tenían voz, no sólo querían divertirse en las fiestas, sino que también tenían intereses económicos y una visión de cómo debía evolucionar todo. En las interminables noches de cibercafé evaluamos fiestas pasadas, buscamos soluciones a problemas y votamos sobre una cultura y valores que el proyecto colectivo, la empresa, debería encarnar. Todos fueron escuchados, todos tenían voz y opinión y pudieron encontrar su lugar. Escuchar a las personas mayores sobre los problemas que había y cómo los abordaban fue otro gran paso en mi desarrollo, porque la planificación de eventos, la organización, las soluciones pragmáticas y la comunicación empática eran exactamente "lo mío" en aquel entonces. A los 17, estaba por delante de algunos miembros de la comunidad y pude contribuir.
Este tiempo se caracterizó por el compromiso, la dedicación y el sentido de comunidad. No fue sólo la música lo que nos unió, sino también la voluntad de crear algo más grande. Se agradeció cada contribución, ya sea cableando luces y sistemas de sonido o limpiando las ubicaciones. Para mí, fue una etapa que me mostró cuánta alegría da ser parte de algo que une a las personas y les ofrece experiencias inolvidables. No sólo descubrí mi pasión por la música techno, sino también mi entusiasmo por la organización y el sentido de comunidad que ofrecía esta escena.